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30 de octubre
JESÚS Y LOS SUYOS...

Miércoles 26 de Octubre de 2022

San Judas Tadeo. Jorge López Teulón. pp. 36-37

Jesús es el pastor escatológico, que reúne a las ovejas perdidas de la casa de Israel y va en busca de ellas, porque las conoce y las ama. A través de esta "reunión" el reino de Dios se anuncia a todas las naciones: "manifestaré yo mi gloria entre las naciones, y todas las naciones verán el juicio que voy a ejecutar la mano que pondré sobre ellos". Y Jesús sigue precisamente esta línea profética. El primer paso es la "reunion" del pueblo de Israel, para que así todas las naciones llamadas a congregarse en la comunión con el Señor puedan ver y creer. De este modo, los Doce, elegidos para participar en la misma misión de Jesús, cooperan con el Pastor de los últimos tiempos, yendo ante todo también ellos a las ovejas perdidas de la casa de Israel, es decir, dirigiéndose al pueblo de la promesa, cuya reunión es el digno de salvación para todos los pueblos, el inicio de la universalización de la Alianza. Lejos de contradecir la apertura universalista de la acción mesiánica del Nazareno, la limitación inicial a Israel de su misión de los Apóstoles se hará explícito. Cristo enviará a los apóstoles "a todo el mundo", a "todas las naciones" y "hasta los confines de la tierra". Y esta misión continúa. Continúa siempre el mandato del Señor de congregar a los pueblos en la unidad de su amor. Esta es nuestra esperanza y este es también nuestro mandato: contribuir a esta universalidad, a esta verdadera unidad en la riqueza de las culturas, en comunión con nuestro verdadero Señor Jesucristo.

Y así comienza nuestra historia. En un día concreto. un día se encontró Jesús con ellos. un día se decidieron a seguirle como discípulos, y un día Jesús les llamó de un modo solemne desde un monte. Estos son los hechos externos de su vocación, pero en realidad se remonta a la eternidad. Dios en su infinita sabiduría llamó a cada uno por su nombre para ser apóstoles de Jesucristo desde siempre. Pablo, que fue llamado más tarde por el mismo Cristo resucitado, llega a la última raíz de la vocación al declarar: "Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien nos bendijo en Cristo con toda bendición espiritual en los cielos, por cuanto en él nos eligió antes de la creación del mundo para que fuésemos santos e inmaculados en su presencia por el amor".