José Ignacio de Lima

Septiembre es el mes de la Palabra, tiempo privilegiado para entrar en contacto con ella y saborearla, recordando que para nosotros es "lámpara para nuestros pasos". Y es en el libro del Apocalipsis, muchas veces tan malinterpretado, donde encontramos un sólido mensaje de esperanza: el Bien vence el Mal. Allí descuella la imagen de san Miguel Arcángel, llamado el Príncipe del Ejército celestial, que, luchando contra el Maligno, en nombre de Dios lo vence. A este enviado de Dios la Iglesia lo ha venerado desde los primeros siglos como protector en la lucha contra el Mal, contra las innumerables asechanzas del Maligno.

Que san Miguel nos defienda de la indiferencia, del pasar sin solernos con el dolor del otro y no hacer nada. De la indiferencia del que arranca de su corazón al hermano y es incapaz de perdonar, de ser compasivo, e incluso en lo cotidiano, cuando no somos capaces de ceder el paso en la calle al vecino.

Que san Miguel nos defienda del egoísmo, que nos vuelve el "centro del mundo", poniéndonos por encima de los demás, buscando privilegios, sobornando para alcanzar beneficios. Egoísmo que se puede convertir en toda clase de abusos, especialmente el abuso de poder, de investiduras, haciéndonos desconocer mi hermandad con el otro, sí, a ese otro que me incomoda ver mendigando por las calles de mi ciudad.

Que san Miguel nos defienda de la falta de memoria, del olvidar los beneficios de Dios, nuestra historia, un mal que ataca a todos nuestro pueblos latinoamericanos, atravesados por la pobreza y la corrupción. Que la buena memoria nos ayude a imitar cotidianamente el ejemplo de nuestros héroes, de nuestros santos, de nuestra buena gente que es capaz de "ponerse la Patria al hombro"

¿Quién cómo Dios?, san Miguel, ayúdanos a reconocer la grandeza de Dios; y que nuestra vida sea una alabanza al Altísimo