Con amor buscando el amor de un pueblo.

En septiembre comienza el "Tiempo del Milagro" en Salta, "la Linda". Las campanas de la catedral repican a duelo, recordando aquel 13 de septiembre de 1692, cuando la ciudad se derrumbó por los "espantosos terremotos". Cada 6 de septiembre, la Plaza 9 de Julio, merecería llamarse Plaza del Milagro. Todo el paisaje urbano cambia abruptamente, cuando comienza la Novena del Señor y de la Virgen. El pueblo quiere ver al Cristo donado por el Obispo Victoria en 1592, y que fuera sacado en procesión como protector contra los movimientos sísmicos, en un rito que sigue inalterable desde hace 330 años.

Dentro de los ritos, el más antiguo es el rezo de la novena compuesta por el Pbro. Dr. Francisco Fernández en 1760, y se transmite de abuelos a nietos en una posta interminable que la respetan hombres y mujeres salteños. Tan fuerte es la religiosidad, que el papa Juan Pablo II, en 1987, reocorriendo estas tierras, antes de partir, exclamó: "Salta, la de la fe".

Es también propio de esta fiesta la llegada de los peregrinos con sus atuendos y danzas típicas de cada región. La plaza se convierte en un santuario a cielo abierto. Los peregrinos recorren más de 400 km desde los distintos puntos de la provincia, incluso de países vecinos. Caminan durante varios días, despertando la solidaridad de los pueblos que atraviesan e inundando de cánticos y rezos todo el camino. Contagian de manera emotiva la fe, esa fe que no es magia, sino don y tarea. Manifestar la fe es algo tan natural para los salteños y algo inaudito para el mundo urbano globalizado, donde la cristiandad, prácticamente, ha desaparecido. Vivir el Milagro de Salta es una experiencia única en nuestra Patria.