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EL BEATO CEFERINO NAMUNCURÁ

Martes 23 de Agosto de 2022

Por: Mons. Esteban Laxague, SDB

 

Ante todo, una breve presentación de quién es Ceferino Namuncurá: nació en Chimpay el 26 de agosto de 1886. Chimpay es una región situada en el Valle Medio de Río Negro, en la cual desde siempre abundaron los asentamientos indígenas, aún mucho antes de la llegada del ejército argentino, tierra bendecida por el Río Negro. Su madre fue Rosario Burgos; su padre, Manuel Namuncurá. Ceferino crece allí en ese ambiente típicamente mapuche. Sabemos que se manifiesta como un hijo cariñoso y fiel, capaz de ayudar a sus padres desde muy pequeño. A los once años, Ceferino nos sorprende con este diálogo con su padre: “—Papá, ¡cómo nos encontramos después de haber sido dueños de esa tierra! Ahora nos encontramos sin amparo… ¿por qué no me llevas a Buenos Aires a estudiar? Entre tantos hombres que hay allá, habrá alguno de buen corazón que quiera darme protección, y yo podré estudiar y ser un día útil a mi raza”. La grandeza de sus padres don Manuel y doña Rosario, estuvo en secundar su deseo: Ceferino parte de Chimpay a Buenos Aires para estudiar. Ceferino, en la lejanía de su tierra y su familia, en ese proceso de convivencia con otra cultura y en ese encuentro con el Evangelio, no deja de permanecer fiel a su cultura y a su raza mapuche; cuántas veces dirá: “—Si ustedes conocieran la Patagonia, verían qué linda es.” En su anhelo de “ser útil a su gente” pone todo su esfuerzo. Pero la tuberculosis arrebatará pronto su salud y así en plena juventud (18 años), el 11 de mayo de 1905 su vida se apaga en Roma.

Preguntémonos ahora: ¿qué mensaje nos quiere compartir hoy Ceferino Namuncurá? Preguntas que, seguramente, cada uno de nosotros puede responder… y cuántas cosas hermosas surgirán. Tan solo señalo, de las tantas respuestas posibles, la que hemos vivido, rezado y cantado el 11 de noviembre de 2007 en el día de su beatificación: “hijos de Dios y hermanos de todos”. Ceferino nos invita desde ese don tan grande de “ser hijos de Dios Padre” a vivir como hermanos en esa diversidad que somos. Sumo a este mensaje lo que el papa Francisco nos dice en la encíclica “Hermanos todos”: “la vida no es un tiempo que pasa, sino tiempo de encuentro” (Fratelli tutti, n° 66). Esos encuentros que manifiestan y acrecientan nuestra hermandad. Allí puede estar la propuesta de Ceferino ¿no?