P. Gustavo González, CM

San Vicente tuvo sus primero contactos con la Palabra de Dios a través de las prédicas en la parroquia de Dax, de las reflexiones de un tío paterno y, posteriormente, al acceder a los estudios teológicos, aunque condicionado con el uso de la época.

Antes del año 1614 no utiliza mucho la Biblia, y es muy probable que la conociera muy poco. El proceso de conversión, que se había iniciado unos años antes, llega a su culmen en este momento con dos acontecimientos que dan un vuelco radical en su vida. Estos dos hechos marcan también un nuevo modo de ver la Palabra de Dios.

El descubrimiento de Cristo presente en el pobre fue igualmente un descubrimiento de la Sagradas Escrituras. El Cristo descubierto en los evangelios es un Cristo comprometido con los pobres. Desde allí que san Vicente lee y recomienda todos los días: Hemos de tener mucho interés en ser fieles a la lectura del capítulo del Nuevo Testamento, haciendo al comenzar los actos: 1° de adoración, adorando la palabra de Dios y su verdad; 2° entrar en los sentimientos con que las pronunció nuestro Señor y aceptar esas verdades; 3° resolverse a la práctica de esas mismas verdades.

También recomienda evitar leerlo por estudio diciendo: "este trozo me servirá para tal predicación", sino leerlo sólo para nuestro provecho espiritual. No hay que desanimarse si, después de haberlo leído varias veces durante un mes, dos meses, seis meses, no se siente uno tocado. Llegará alguna ocasión en que tengamos una pequeña luz, otro día tendremos otra mayor, y otra todavía mayor cuando la necesitemos.

No hay duda de que la espiritualidad de Vicente de Paúl hunde sus raíces más profundas en el terreno fértil de la Palabra de Dios. Por ello es que decía que todas las cosas son discutibles, a no ser las que determina la Sagrada Escritura.